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Primavera con perfume a cuento. Maciel

  • Foto del escritor: Silvana Serrano
    Silvana Serrano
  • 30 sept 2015
  • 3 Min. de lectura

Toca poner los pies sobre la tierra, aunque ni así las alas de un sueño hecho realidad dejen de batir en el alma.

Llegué a Maciel por sugerencia de Lucio Zelada, alumno de la escuela secundaria Mariano Moreno de esta localidad. La invitación oficial vino de la mano de Claudia Frattini, docente de esta institución. Los alumnos de quinto año habían visitado la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en el mes de mayo y, a pocos días de habernos conocido, acordamos que la primavera en Maciel se celebraría con perfume a cuento.

El viernes 25 de septiembre llegué a Rosario, Santa Fe, donde me esperaban Claudia y Marisa Giardini, profesora de inglés, a quien le debo la gentileza de haberme llevado hasta Maciel después de enseñarme una parte de Rosario. Ya entonces, me sentí como en casa, porque hay que ver lo fácil que es hallarse cómodo con el otro cuando es la generosidad lo que forja un vínculo.

Lo que me esperaba en la escuela superó mis expectativas, porque ¿hasta dónde se puede permitir uno soñar? Dicen que los sueños no tienen límites, aunque uno finalmente se los ponga para no pecar de ambicioso. Entré al edificio y los aplausos de bienvenida apartaron mis pies del suelo; un bello y emotivo cartel de bienvenida, guirnaldas aquí y allá, los besos, la alegría y una inefable sensación de que esa jornada en Maciel me robaría el don de la palabra a la hora de agradecer tanto afecto. Un breve tour por el establecimiento y al llegar al salón más espacioso, un grupo de alumnos se puso manos a la obra para servir el banquete de recepción: un almuerzo compartido con los chicos de quinto año y algunos profesores de la institución. Las mesas se hallaban cubiertas de manteles y coloridos centros de mesa elaborados por las madres. ¿Cómo se hace para que el agradecimiento quepa en una sola palabra?, me pregunté observándolo todo, situada en la cabecera en un regio sillón que los chicos trajeron de la Dirección para dignificar mi presencia.

Llegó la hora del taller prometido. Antes de abordar el tema que tenía preparado y que versaba en cómo elaborar un cuento, les hablé de la importancia de leer, de todo lo que podemos encontrar en un libro. El acto de leer afianza el lenguaje y asomarse a un libro es investigar algo que todavía no sabemos. Finalmente, la lectura nos concede un viaje, abre nuestra mente y activa la imaginación. Después de trabajar sobre el armado de un cuento, los animé a participar de un certamen. Las obras ganadoras serán publicadas en mi Blog y Fanpage oficial.

La culminación de aquella jornada fue una mesa compartida con escritores locales: Javier Girardi, Víctor Chenna, Daniel Della Bianca, Eber Cano y Adrián Tione. Poetas y, algunos de ellos, músicos, engalanaron el encuentro respondiendo las preguntas del moderador Lucio Zelada, alumno de quinto año. En una pantalla gigante, proyectaron booktrailers de mis novelas y me sorprendieron con un video armado en mi honor por Emiliano Ibaldi, alumno de segundo año.

Por último, el moño a tanto agasajo se enredó entre las cuerdas de una guitarra. Los chicos me regalaron UN LIBRO. Lo escribo con mayúsculas porque se trata del libro más lindo que he recibido. En su interior, las páginas están plagadas de saludos y agradecimientos. Lo leí en casa, al llegar de Maciel, y nuevamente percibí el aleteo de aquellas alas que despliegan los sueños. “Silvana, qué lindo haber recorrido unos kilómetros para conocerte. Realmente valió la pena. (Sofía Costa, de San Pedro)”, “No puedo encontrar las palabras para decirte lo feliz que me hizo tu visita… (Lucio Zelada)”, “Mientras te escribo esto, te veo hablar con mis chicos… Casi parece un cuento… (Profesora Claudia Frattini)”, y tantos otros mensajes que me tatuaron el corazón!!!

Cada detalle fue emotivo; cada fotografía que nos tomamos, la memoria quieta de un día que se guarda en el corazón para siempre. Me traje algunos otros regalos: una antología poética de autores locales y dos CD. Ah! También me traje el cartel de bienvenida. Lo tengo colgado sobre mi escritorio, recuerdo vivo de los puentes que tienden los libros.


 
 
 

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