Cincuenta Sombras analizada por Silvana Serrano
- Blog Leer y Leer
- 16 mar 2015
- 3 Min. de lectura
by FELIPE ROCA on mar 16, 2015

Hace meses que veo en distintos grupos de lectura comentarios que giran alrededor de la célebre novelaCincuenta Sombras de Grey. Hasta ahora, no me he sumado a ninguno de ellos, ya que al margen de generar fanáticos o detractores –y por increíble que suene-, las opiniones de unos y otros han promovido cruces de alto voltaje. Creo que la tolerancia cero ha alcanzado, finalmente, a la literatura.
Siempre digo que, antes de ser escritora, soy lectora. Si hay algo que me gusta es encontrar en un libro el magnetismo que me atrape desde la primera a la última página. Cincuenta Sombras de Grey lo logró en mi caso. Más allá del argumento –al que haré referencia más adelante-, la autora consiguió lo que todo escritor quiere: asir al lector, seducirlo con el lenguaje, provocar su ansiedad. Si cierro un libro y me quedo con ganas de más, ¡eureka!
Pero cuando se habla de esta trilogía, es imposible que uno se quede en la llaneza de ensalzar o defenestrar el diseño de tapa, en las frases grandilocuentes o lugares comunes, o en la historia de amor que viven los protagonistas de una novela romántica. La obra, además de romanticismo, cuenta con aditivo en boga: el erotismo en todo su esplendor. A este plato lo consume o rechaza el comensal, según su gusto. Definitivamente, no estaría nada bien decir – como leí por ahí – que la novela de E. L. James es una porquería, sólo porque a un sector le crispó los nervios que la autora sazonase con erotismo gran parte de la obra. Sucede que la sensualidad de Cincuenta Sombras… gira en torno de un argumento con mayor peso, que es lo que en definitiva acaba desatando La Gran Polémica. Algunos lo analizan desde el sadomasoquismo; otros, desde la violencia de género, la obsesión, y un etcétera para todos los gustos.
En mi caso, cuando empiezo un libro, vacío el cuenco de lo establecido y me entrego con disposición a lo que el autor me quiere contar; de lo contrario, es posible que lo diferente, lo nuevo, me resulte inadmisible. La historia de Grey -o la pericia de la escritora, como mencioné antes– despertó mi curiosidad, me entretuvo, me mostró ese otro mundo en el que los protagonistas se sumergen; las bajas pasiones de un ser humano que, aun enamorado, no es capaz de controlar. Si Grey fuera un extraterrestre, la novela de James sería catalogada Ciencia Ficción, y ahí acabaría la cosa, pero Grey es un hombre. ¡He aquí la cuestión!
Expertos en analizar la psiquis del ser humano han opinado largo y tendido en diferentes medios sobre la relación entre Cristian Grey y Anastasia. Lo único que yo puedo decir es que no adhiero a la violencia en ninguna de sus manifestaciones –física o psicológica– y que no justificaría un acto violento por amor, placer, o como quieran llamarlo. El amor que somete o goza en el dolor del otro, es un amor enfermo; estimo que de esa enfermedad nos ha querido hablar E. L. James.
El resto, en mi humilde opinión, es puro marketing; las reglas de un mercado que no debería hacernos olvidar que se lee por placer, tanto Cincuenta Sobras de Gray como Viaje al centro de la Tierra o Platero y yo.
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