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El grito de los oprimidos. Rebeliones aborígenes sudamericanas a finales del siglo XVIII

  • Foto del escritor: Silvana Serrano
    Silvana Serrano
  • 10 sept 2015
  • 2 Min. de lectura

Un sistema de explotación que aniquila y al mismo tiempo activa los límites de la tolerancia.

Los precursores de una revolución están condenados a ser vencidos, aunque esa derrota sea luego el ejemplo, la bandera de lucha de los posteriores movimientos liberadores.

(Hombres y mujeres en tiempos de Revolución, de Rogelio Alaniz)

¿Qué sucede cuando un ser humano marginado por la sociedad y el sistema asume que ya no tiene nada que perder? ¿Qué, cuando un puñado de ellos se rebela contra la injusticia, la explotación y el sometimiento? La cita de Alaniz hace referencia a los revolucionarios, a aquellos hombres o mujeres que se sublevan contra el orden establecido, que protestan, desobedecen y agitan a las masas para cambiar lo que consideran insostenible; hombres y mujeres que, a lo largo de la Historia, se han resistido a encogerse de hombros y comprendieron que la lucha es su única salida, aunque estén condenados a morir en el intento. Nunca sabrán si la causa por la que deciden pelear hasta las últimas consecuencias subsistirá, pero la Historia nos demuestra que aquellos pioneros vencidos serán luego el ejemplo, la bandera de lucha – como acertadamente ha escrito el mentado historiador – de los que vendrán.

Es sabido que lo acontecido durante las dos Invasiones Inglesas al Río de la Plata y el avance de Napoleón en España acabaron por despertar a los adormilados criollos de la Colonia, pero también es cierto que, años atrás, cuando Túpac Amaru II se rebela contra el sistema, los americanos fueron testigos de un atropello pocas veces visto por la clase más baja, de una proclama de libertad que, aunque aislada y sofocada en pocos meses, tuvo que haberles sembrado ideas revolucionarias.


Estos criollos, ciertamente, dormitarán otros años hasta la llegada de los ingleses a las costas del Plata, pero algo habrán de hacer con el sentimiento de relegación al que son sometidos por la Corona. Los sentimientos generan ideas, y esas ideas irán macerándose durante tres décadas hasta la célebre Revolución de Mayo.


La Rebelión de los Príncipes, mi segunda novela, es el punto de partida que elegí para contar no solo lo que sucedió en la mentada insurrección de Túpac Amaru II en el Alto Perú y sus alrededores sino la gesta de esos treinta años donde las ideas independistas madurarán en los personajes de esta novela, que intento sea el espejo de la cotidianeidad de ese tiempo.


 
 
 

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