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Del diario de Caterina - Hacia una Tierra de Fuego

  • Foto del escritor: Silvana Serrano
    Silvana Serrano
  • 18 jun 2015
  • 2 Min. de lectura

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En el fuerte Nombre de Jesús el día es eterno durante el verano. Un atardecer de cielo ígneo tiñe el cordón montañoso del oeste donde el cóndor salpica los añejos glaciares. El silencio es estremecedor cuando el viento no despeina la hierba reseca del páramo; el canal parece congelado y dormido. Entonces miro hacia el sur, haciendo un esfuerzo por descubrir una columna de humo trepando hacia el cielo. Busco el fuego, el mismo fuego que antes me aterraba ha cobrado otro significado: ya no es muerte sino una señal de vida en los confines del mundo.

Volver a casa es una quimera que se deshizo al llegar al Estrecho. No solo el océano se torna infranqueable sin naves ni tripulación: el canal de Todos los Santos se ha convertido en el guardián de un infierno blanco.

Vivimos dentro de la empalizada, pero aquí dentro la Muerte nos acecha. No es a través de una flecha envenenada prendida a la carne del español, aquí es el frío, el hambre, las pestes, la desdicha y desolación lo que le permite a la Muerte salirse con la suya. Hay quienes de dejan llevar dócilmente y hay de los otros, los que agonizan y piden a un Dios sordo que los salve. ¿Salvarnos para qué?, me pregunto.

En este infierno disfrazado de paraíso buscamos el fuego, danzamos a su alrededor igual que los nativos del Estrecho, pero sin movernos; nuestra danza lleva el ritmo de los sueños vencidos, de las esperanzas muertas, girando en remolinos oscuros que acaban por marear la conciencia.

El sol se marchará hacia otro hemisferio y el día será noche durante el invierno. En contra de todo mi ser, anhelaré el fuego que una vez carbonizó mis esperanzas, me acercaré a él suplicante y al tiempo que mis manos se entibien sobre las llamas soplaré rogativas que asciendan con el humo: que el dolor me fortalezca, que el amor me salve; que, si he de morir, mi nombre no sea enterrado junto a mis huesos.

El hombre que yace a mi lado ha recitado a Isaías antes de dormirse: No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre y eres mía. Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo; en los ríos no te ahogarás. Si pasas por el fuego, no arderás, la llama no te quemará.

Febrero de 1585


 
 
 

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